Años atrás, Anaïs Echeverría trató de descargarse del peso de su historia emigrando a Inglaterra, pero, con la muerte de su madre, debe volver a su Perú natal para vender la casa familiar, conocida en Lima como «La casa amarilla de la colina». Es la última Echeverría que queda por firmar, pero le cuesta dejar ir la centenaria casona con su aire cargado de pasado y fantasmas.
Años atrás, Julia Álvarez Yupanqui cayó desde una ventana del segundo piso de la casa amarilla de la colina, terminando en una explosión de sangre y huesos contra los azulejos del patio andaluz. Ascendida a los cielos, observará los cíclicos recorridos que hilvanaron el linaje de Echeverría y la historia del Perú, antes de resucitar como santa y emprender un segundo viaje a la zaga de algo que Anaïs ha perdido.
Una novela río de un solo volumen, historias dentro de historias, el reposado desenmarañar del tiempo.
ISBN: 978-84-125010-1-8
486 páginas
24,00 €
«Una inteligente mezcla de Isabel Allende y Gabriel García Márquez, donde las historias y las visiones proliferan vertiginosamente en todas direcciones. Una primera novela impresionante».
«[Sus] mejores frases no son cortas y declarativas, sino que uyen por participios de presente con una copiosidad estilística que conjura visiones y sonidos».
«En un momento en el que parece que las novelas lo cuentan todo, que ofrecen historias muy masticadas y que no dejan nada para la imaginación del lector, llega Karina Lickorish con una primera obra creativa, ambiciosa y exigente».
Karina Lickorish Quinn
Es una escritora británico-peruana bilingüe criada entre los Midlands ingleses, Lima y Nueva York. Está graduada por Oxford, tiene un máster en UCL y está a punto de terminar su doctorado en la universidad Queen Mary de Londres.
Actualmente, enseña escritura creativa en la universidad de Leeds. Sus relatos han sido publicados en lugares como Un nuevo sol (antología de escritores británico- latinos), Offing, Asymptote o The White Review.
«La casa está desolada, los muros están quietos. Nadie me espera en la oscuridad. No oigo el golpeteo de dados contra una mesa o el hechizo de una rima infantil para calmar a una niña fantasma».